«Sólo para mujeres: Consejos, recetas y secretos», Clarice Lispector.


  •  Para no «parecer boba»  
¿Nunca leíste de pequeña el cuento de una princesa muy guapa pero que –por la maldición de un hada mala– no podía abrir la boca sin que le saliesen sapos, lagartos y ratones? 
Pues la manera moderna de que salgan «sapos y cule­bras» de la linda boca de una joven es decir muchas tonte­rías con los labios perfectamente maquillados. Pero esto no sucede por la maldición de un hada mala, sino por ignoran­cia, por falta de cultura. Una de esas «princesas» modernas, al escuchar una conversación sobre Hemingway, preguntó: «¿Cuál es la última película que ha hecho?». 
Leer es una costumbre que todo el mundo debería tener. No queremos decir con eso que todos lean «cosas difíciles». Incluso una revista bien informada –y bien leída– puede ser una fuente de cultura que al menos evite «sapos y culebras». 


  •  ¿Se puede amar sin admirar?  
Se puede dar un amor natural, común. Se puede sentir pena por una persona o atracción física hacia ella y enga­ñarse pensando que esa reacción es amor. Pero para que exista el amor real es necesario admirar alguna cosa en él o en ella. Theodore Reik cree que el «amor sólo es posible cuando atribuyes un valor más alto al otro que a ti mismo, cuando ves en ella o en él una personalidad que, por lo menos en algún sentido, es superior a la tuya».

 
  •  Fotografiamos para ti. La excéntrica  
La vida no es cine, y es muy difícil «usar» la excentrici­dad. La excentricidad es un deseo desesperado de agradar. El instinto de las mujeres las avisa de «hasta dónde pueden llegar» en su deseo de agradar. ¿Has pensado alguna vez en el esfuerzo enorme que la excentricidad exige de una mu­jer? Casi un esfuerzo físico para mantener algo antinatural. Después de algunas horas se ve en el rostro de la excéntrica su enorme cansancio, sus ganas de volver a casa. ¿Qué es la excentricidad? De manera general, la exage­ración. ¿A los hombres les gusta el perfume? La excéntrica se baña en perfumes. ¿El escote es bonito? Ella entonces se desnuda. ¿Entrar con seguridad en una sala es elegan­te? Entonces vamos a hacer una entrada teatral. ¿La natu­ralidad es agradable? Entonces vamos a fingir naturalidad confundiéndola con la vulgaridad. ¿A los hombres les gus­ta el «compañerismo»? Entonces vamos a beber como un hombre, a decir palabrotas y a demostrar que estamos por encima de esa cosa ridícula que es una mujer educada. La excentricidad es un esfuerzo que termina en tristeza. 


  •  Hora y tiempo para todo  
¿Por qué hay mujeres que nunca se acuerdan de mirar el reloj cuando van a salir? Por eso es normal verlas, por la mañana temprano, camino de la oficina, ya cargadas de pinturas, joyas y perfumes, ostentando vistosos atuendos. No notan el ridículo que hacen. Otras, exagerando lo que pretenden que sea su «sencillez», se presentan en cualquier lugar, en horario nocturno, a veces incluso en reuniones en casas particulares, con sandalias, faldas y blusas deportivas, cuando no con pantalones y los peinados menos indicados.Una mujer elegante no hace esto. Para ésta el lugar y la hora son factores importantes para la tarea de «vestirse bien» y «presentarse bien». Tan importantes como la edad en relación con la moda, el maquillaje y el peinado. Si no quieres ser objeto de críticas irónicas, de risitas, antes de empezar a arreglarte, antes de elegir el peinado y el vestido que vas a llevar, mírate primero a ti misma: «¿Qué edad aparento?». Después tu tipo: «¿No estaré un poco gor­da (o delgada) para llevar esto?». Después el reloj. Todo esto, claro, después de haber decidido si vas a un lugar don­de se exige ropa deportiva o traje de vestir. 

 
  •  Quien mucho agrada, desagrada  
Nunca he oído este proverbio, creo que acabo de in­ventarlo. Pero vas a ver cómo este proverbio, inventado o no, se aplica a las personas que conoces: las que quieren agradar a cualquier precio. Entonces se vuelven «encanta­doras». Intentan adivinar los mínimos deseos de los otros. Intentan elogiar de cualquier forma. Empiezan también a mostrar que se sacrifican a cada momento. Este tipo en­cantador pesa en el alma de los demás. En una palabra: desagrada. 
Si se consigue ser uno mismo y estar a gusto, se permite a los otros ser ellos mismos y estar a gusto. 


  •  Los espejos del alma  
Desde la más remota antigüedad, los ojos han servido de tema para poemas, ensayos, proverbios, leyendas, etcétera. Los de Cleopatra (que se los maquillaba mucho, como las elegantes modernas) eran tan célebres como su nariz y de­ben de haber desempeñado también un papel importante en el cambio de destino de la humanidad. 
La moda actual –insensata en tantos aspectos–, al menos por lo que se refiere a los ojos, demuestra haber compren­dido su importancia para destacar la belleza de un rostro. En efecto, nunca ha habido tanto refinamiento en el maquillaje de los ojos como ahora. Su forma es subrayada y alargada con trazos de lápiz; el rímel, que hasta hace bien poco tiempo se limitaba al negro y al marrón, hoy se en­ cuentra en los más variados matices de verde, azul, violeta o gris, y un muestrario de sombras para ojos recuerda la paleta de un pintor abstracto. 
Pero no sólo eso. Recientemente en París han salido som­bras doradas y plateadas para la noche. Y Josephine Baker, la famosa cantante y bailarina «café au lait», ha lanzado la moda de pegarse sobre cada párpado una pequeña piedra preciosa. De esta manera, cualquiera que quiera tomarse esa molestia (un trabajo casi de orfebre) podrá exhibir una mirada refulgente… 
En cuanto a las pestañas postizas, en otro tiempo usadas sólo por las actrices en el escenario o en la pantalla, su uso se está difundiendo cada vez más, incluso de día. Para que los ojos sean bellos, no basta, sin embargo, que sean grandes, que tengan un color especial o que estén ma­quillados con cuidado. Es necesario que en ellos haya algo más. Porque, al ser «los espejos del alma», deben reflejar dulzura, comprensión, inteligencia. En resumen, más importante que los ojos es la mirada.  

  •  Estar ocupada  
Si te sobra demasiado tiempo, hasta el punto de conocer una de las peores cosas de la vida –el tedio–, piensa en estas posibles ocupaciones:·Explotar las aptitudes con las que has nacido o las que has adquirido y que podrían desarrollarse.·Hacer de algunas de tus aptitudes un medio de trabajo regular, remunerado.·Aplicar tu bondad a servir a cuantos la necesiten.·En vez de comprar todas las cosas que tú o tu familia necesitáis, hazlas tú misma. 

  •  La carrera para «llegar a la hora»  
La puntualidad es una costumbre que descansa. Si estás siempre corriendo para llegar a la hora, estarás en continuo estado de tensión.Saber que llegas «a la hora» te dará una sensación de cal­ma y de seguridad. Pero mira lo que sucede cuando de re­pente miras el reloj y descubres que llegarás muy tarde. El pequeñísimo shock hace que tenses los músculos. Quien llega siempre tarde, paga, sin saberlo, un precio: una constante, aunque leve, insatisfacción consigo misma. Por no hablar del cansancio que da tanto correr «para apagar el fuego». Y sin hablar del aspecto jadeante y desagradable para los otros. Y todo eso porque algunos minutos no te parecieron im­portantes y de repente te parecen importantísimos…  


 
Autor: Clarice Lispector. 

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